David descubrió el prestigio de Galina Stepanenko en una consulta en el buscador de Google, justo después del primer contacto en Cambrils. El privilegio del que disfruta ahora mismo sólo dispone de una razón; la magia de sus manos.
En esos siete días de toma de contacto en la capital rusa, se hospedó en un hotel cercano al Bolshói, acudió a los ensayos para pintar los murales mientras el ballet se desplegaba y estampó los ropajes de viaje de sus integrantes. La firma de David Callau ya forma parte de una de las compañías de danza más tradicionales del mundo, un escenario que ni se había planteado.
En la estancia en Rusia no sólo hubo espacio para la labor, también para una Master Class con el coreógrafo ruso Azari Plisetski, con excelente trayectoria en el mundo de la danza y en el ballet de Cuba. «Él me avisó de la suerte que tengo de poder trabajar con Galina». En uno de los ensayos previos al estreno de «Giselle», sólo dos personas presenciaron esa prueba. Callau fue una de ellas. «Estoy viviendo situaciones maravillosas. El Bolshói es todo un mundo. Un lugar que impresiona», refleja.
El próximo viaje
El estatus vital de este artista se encuentra prácticamente en un avión mensual. Su vida es un viaje lejos del acomodo y la zona de confort. Mezcla bohemia conceptual y lujo. Dignifica cada paso rutinario del oficio, en todo el esplendor de esa palabra. Acaba de aterrizar de una experiencia laboral en Tailandia para regresar, durante la tercera semana se marzo, a Moscú, donde todavía no ha completado su influencia.